maja lindberg |
Cuándo logrará derribarlo todo el agua.
No hay cartas desde el frente. No hay ni las habrá.
Su pañuelo se anuda en mi cuello y el viento lo bate, se ensaña con furia para liberarlo. El pañuelo me envuelve, azota mi cara la seda.
El cielo casi negro, tan bajo; quizás me aplaste. De qué materia están formadas las nubes azabaches; de algo como carbón.
Fuego.
Algo que duele.
Se mecen los barcos sumergidos entre las algas sutiles. Bailotean monedas ahí abajo, resucitan y desmayan en las arenas turbias; revueltas. Quizás hoy te escuche en el viento. O me deje elevar como un barrilete perdido y lastimero hasta el horizonte y descubra el otro lado; el lado desconocido del horizonte. Y quizás vea la nada y resulte que aquellos sí estuvieron en lo cierto. Tal vez encuentre el vacío, o dos elefantes; y probablemente el dragón. Una boca de fuego y lava que espera que te adentres en las aguas flotando como madera.
La noche te tocará y una gaviota te mostrará otro camino. O encuentre el piano flotando en el agua entre tules violetas y gasas.
O tantas cosas.
Narcisos como camalotes. El reflejo de tu sonrisa en la luna.
(La luz sagrada de tus ojos me redimirá.)
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