Está uno en problemas. Sabe muy bien de qué se trata; se cuenta con todo ese bagaje de información sobre el asunto. Se está en medio
del mar: ve uno el agua alrededor, el oleaje por momentos oculta cualquier atisbo de
horizonte, quizás alguna gaviota; no mucho más que eso. La desesperación progresiva.
Si a uno lo observan en esa circunstancia desde el
aire, digamos un piloto desde un helicóptero, este testigo podría ver el
problema en toda su dimensión; en su enorme contexto: un desastre absoluto. Pero
difícilmente pueda sentir lo que siente ese punto vivo en el agua; para eso hay
que ser el náufrago y estar en el agua: los pies insensibles por el frío, las
piernas doloridas, el movimiento incesante e interminable del agua, el
agotamiento, el terror a los tiburones; a no ser rescatado jamás. Se duermen
los brazos, se duerme uno. Se muere. Tal vez.
Si el asunto lo ve Dios; ve al náufrago, ve el
helicóptero, no lo sé.
Él quizás ve demasiados asuntos ya.
Katy Herendi, 2015
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