Bessie Pease Gutman |
La niña recorre el vidrio; el vidrio no es del cristal fino y transparente como los otros que hay en las ventanas de la casa, sino una capa gruesa poco traslúcida y como plagada de huellas de dedos que impiden ver qué hay detrás. La niña acerca el rostro a los dibujos del vidrio; muy pero muy cerca y mira. La luz que ve se descompone en colores fragmentados, pequeños discos de luz; azules, rosados, amarillos. Sus dedos recorren por ella los recovecos diminutos, los bordes redondeados y suaves y toca las formas que imagina: montañas de verdes húmedos, flores y hadas que plagarán sus sueños; hamacas que cuelgan de nubes esponjosas y donde ella se balanceará mientras duerme esperando levantar vuelo hacia el horizonte dorado. Olvida la niña que está de pie junto a una puerta y corre por un prado de trigo y miel. Huele las fragancias que la tierra exhala cuando ha dejado de llover, muerde duraznos que la salpican de dulce néctar; y ríe. Está tan feliz que sus brazos se abren y ella gira y da vueltas con cien mariposas blancas que se enredan en las cintas de su vestido de plumetí. Hasta que huele el pan que su madre hornea, las verduras que bullen en la sopa deliciosa y deja el vidrio atrás. Ve a su madre que canta junto a la cocina, la mesa dispuesta para la cena familiar; y a su padre sonriéndoles a las dos. La niña guarda esa imagen en su interior, en un lugar reservado donde atesora momentos como esos. Abraza a sus padres. Los tres se rodean con un halo amoroso y único. La niña se retira a dormir desconociendo que hasta los cuentos más bellos un día llegan a su fin.
Hermoso, divino te felicito Katy.
ResponderBorrarMuchas Gracias!!!!
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