Karla Gerard |
Y que la escoba es para barrer, no para que él la ataque con cada movimiento.
Decile que tenés una vida. Que te encanta el perro del vecino; mucho. Que estás harta de verlo en cada una de las ventanas como si fuese diez gatos; o Dios que está en todas partes. Que tu café, el que tomás sentada en el suelo porque te da la gana no es para que él lo olisquee y meta sus bigotes dentro.
Contale cosas terribles que sabés sobre el destino de otros gatos; incluso menos molestos que él. Que dé las gracias cada día por tenerte (y que ya deje de maullar).
Que si de noche te levantás a tomar agua no es para que él maúlle afuera como si su vida corriera peligro. Y, que cuando abrís la puerta del patio no es motivo para que él vuelva a maullar como una sonaja sin fin. Cualquier día, a cualquier hora.
Que te está volviendo loca.
Huraña.
Insensible y mala.
El fin de semana andate. Metete en un cine para ver una película que te guste mucho; esa que esperaste que se estrenara desde hace meses. No la disfrutes; pensá si el gato tiene su alimento, si no estará llorando por tu ausencia. Abandoná la sala –permiso, perdón, dejé el gas encendido, disculpe, gracias-, y volvete. Volvé a toda prisa a tu casa con la sensación de haberlo arruinado todo.
Al llegar, el gato estará durmiendo, plácidamente. Luego, al verte, comenzará a llorar otra vez.
Ponete a pensar en cómo era antes el silencio de tu jardín. Extrañalo. Y ahora preocupate. Estás hablándole a él que solo es un gato.
Contale cosas terribles que sabés sobre el destino de otros gatos; incluso menos molestos que él. Que dé las gracias cada día por tenerte (y que ya deje de maullar).
Que si de noche te levantás a tomar agua no es para que él maúlle afuera como si su vida corriera peligro. Y, que cuando abrís la puerta del patio no es motivo para que él vuelva a maullar como una sonaja sin fin. Cualquier día, a cualquier hora.
Que te está volviendo loca.
Huraña.
Insensible y mala.
El fin de semana andate. Metete en un cine para ver una película que te guste mucho; esa que esperaste que se estrenara desde hace meses. No la disfrutes; pensá si el gato tiene su alimento, si no estará llorando por tu ausencia. Abandoná la sala –permiso, perdón, dejé el gas encendido, disculpe, gracias-, y volvete. Volvé a toda prisa a tu casa con la sensación de haberlo arruinado todo.
Al llegar, el gato estará durmiendo, plácidamente. Luego, al verte, comenzará a llorar otra vez.
Ponete a pensar en cómo era antes el silencio de tu jardín. Extrañalo. Y ahora preocupate. Estás hablándole a él que solo es un gato.
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