martes, 24 de noviembre de 2015

de John Berger

" Estoy dibujando unos lirios que crecen pegados al muro de cierta casa (...). Dibujo con tinta negra (Sheaffer), aguada y saliva, utilizando un dedo como pincel. A mi lado, en la hierba, donde estoy sentado, tengo unas cuantas hojas de papel de arroz chino, que es ligeramente coloreado.(...)
En un momento dado, si no decides abandonar el dibujo que estás haciendo y empezar uno nuevo, la mirada contenida en lo que estás midiendo e invocando en el papel cambia.

Al principio, interrogas al modelo (los siete lirios) a fin de descubrir líneas, formas y tonos que puedas trazar en el papel. El dibujo acumula las respuestas. Asimismo, conforme vas interrogando a las primeras respuestas, el dibujo va acumulando, claro está, correcciones. Dibujar es corregir. Ahora empiezo a utilizar los papeles de arroz chinos; en ellos, las líneas de tinta se convierten en venas.

Si tienes suerte, llegará un momento en el que la acumulación se convierta en una imagen, es decir, que dejará de ser un montón de signos y se transformará en una presencia. Una presencia un tanto tosca, pero una presencia. Es entonces cuando cambia tu mirada. Y empiezas a inquirir de esa presencia tanto como del modelo.

¿Cómo te pide que la modifiques para ser menos tosca? Miras atentamente el dibujo y vuelves una y otra vez a recorrer con la mirada los siete lirios buscando no ya su estructura, sino lo que irradian, su energía. ¿Cómo interaccionan con el aire que los envuelve, con el sol, con el calor que se desprende del muro de la casa?"

John Berger, El cuaderno de Bento (fragmento)
ed. Alfaguara.

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