De chica, le había gustado rezar y siempre había improvisado. Había cerrado los ojos con fuerza, como si se los hubieran cosido y en el medio de todos los colores, estaba segura de que veía a Dios nadando hacia ella con mensajes y consejos, una gran galletita de la suerte con barba y una bata, que aleteaba, aleteaba en el agua. Ahora el cántico la mareaba. Abrió los ojos. La iglesia era silenciosa y moderna, iluminada como una biblioteca y llena de mujeres de rodillas, como si nunca fueran a levantarse de nuevo.
Lorrie Moore, Dos chicos (fragmento/cuento).
Como la vida - editorial Emecé
Ilustrador, Victor Nizotsev
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