miércoles, 16 de diciembre de 2015

Ocuparse

 
Toco los objetos que fueron de mi madre. Mi madre que falleció hace un año. Todo lo guardaba -en carpetas, en cajitas forradas por ella aprovechando incluso las que traían los saquitos del té que le gustaba, en cajas de plástico grandes con tapa, en las latas decoradas de las masitas de manteca, en fin, era una guardadora profesional. Y no lo digo con dobles intenciones, sino por el contrario, es con el ánimo de decir que todo le resultaba útil, interesante, importante, imprescindible, imposible de ser desechado. Por eso ella siempre decía que estaba ordenando. Y es que así era, en verdad ordenaba. Y ahora en cada caja, en cada carpeta, en cada cajón que abro resulta que me recibe no solo su perfume -que increíblemente está impregnado en todo, incluso en los papeles y los muebles-, sino que descubro cuántas cosas requerían de su atención. Los temas diversos. En cuántos coincidíamos sin saberlo, cuántas cosas más hubiésemos podido compartir.
En la penumbra de su casa, con las ventanas abiertas y la brisa recorriendo los ambientes, encuentro a mi madre en todo. Siento su presencia, me sorprendo con artículos que de pronto salen como a mis manos, y que son algunos temas en los que precisamente yo estoy poniendo mi atención ahora. Como si ella me advirtiera que allí están, puestos para mí, con la generosidad que siempre tuvo para facilitarme aquellas cosas que sabía que me interesaban. No solo a mi, sino a todos quienes la rodearan.
Descubro en esta limpieza obligatoria, y lo suficientemente minuciosa como para no desechar nada de valor, a una mamá que no sabía que tenía. Y que lamento tanto no haber descubierto en tantos años que compartimos.

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